Este post se los debía desde hace unos meses, y a mí me lo debían las mamás que pasaron por esto antes que yo. Como mamás siempre tenemos momentos en los que pensamos, “¿cómo nadie me dijo que esto era así?” o “¿cómo nadie me preparó para esto?”. Y para mí el momento que más ha tenido ese sentimiento fue el destete.
Tal vez porque yo misma jamás me imaginé que este momento iba a ser tan doloroso porque admito que al principio no veía la hora para terminar la lactancia. Como bien la describió mi asesora Ingrid Broitman, esta “dulce esclavitud” vino a cambiarme la vida por completo, impidiendo que pudiera separarme de Emi por más de 2 horas, mucho menos dejarla por unos días. Recuerdo que pensaba, “¿cómo voy a hacer esto por un año?” (que siempre fue mi meta).
Pero los días pasaban, y los meses también y la lactancia se volvió parte de mí, parte de nuestra rutina. Nos acoplamos Emi y yo a la perfección y mi vida se acomodaba alrededor de sus comidas. Encontramos nuestro ritmo sin ni siquiera darnos cuenta, ya no se sentía como una esclavitud, sino una parte normal de mi día.
Bromeaba con mis amigas de cómo añoraba el momento en el que ya no tuviera que estar a cierta hora en la casa para darle de comer, para ya comer lo que yo quisiera o para tomarme más de 1 copa de vino cuando fuera. Pero conforme se acercaba la fecha, poco a poco pensaba; “ya casi cumplimos la meta, ¿estás lista para terminar?”. Y la respuesta era: NO.
¿Cómo sería mi vida ahora? ¿Siendo “libre” de nuevo? Ahora cualquiera podría darle de comer, ahora “no sería tan necesaria” para ella. Duramos como 1 mes en el destete. Al principio probamos 3 fórmulas hasta llegar a la que Emi le gustara (con las otras me tiraba el chupón al piso con cara de; “¿usted cree que yo me voy a tomar esto?”.
Dejamos para lo último la toma de la mañana, la que yo más disfrutaba porque me traía a Emi a la cama con nosotros y ella se volvía a quedar dormidita un rato más. Una mañana pensé: “ya hoy no le doy más”, siento que ese sentimiento fue el que me despertó, y no fue ella.
Ese fin de semana nos íbamos en nuestro primer viaje solos Rob y yo desde que tuvimos a Emi y pensaba que quería dejar unos días de darle chupón en la mañana mientras estaba aquí para que se acostumbrara. Por supuesto me levanté para ir a llorar a la sala y no despertar a nadie. Tenía el corazón roto porque se me había acabado la lactancia en un abrir y cerrar de ojos. Ahora escribiendo esto se me salen las lágrimas.
No me sentía para nada aliviada, más bien me sentía más ansiosa que nunca sabiendo que ahora no había excusa para no separarme de Emi. Ella no lloró ni una lágrima. Siguió su vida como si nada, siempre una niña feliz. Al menos esto me daba un poco de tranquilidad.
Yo empecé a notar pequeños cambios, en mi temperamento y mi tolerancia, en mis cero ganas de hacer nada. Levantarme en la mañana a veces era un trabajo cuando siempre he sido súper morning person. Me sentía como otra persona y sabía que esto no era normal. Empecé a investigar sobre el destete y encontré 2 pinches artículos (muy buenos pero me impresiona la poca información que hay sobre este tema) sobre la Depresión Post Destete.
Ahora todo tenía sentido. Durante la lactancia producimos un montón de oxitocina, la hormona de la felicidad, que luego se viene por el piso cuando terminamos la lactancia. O sea que además de los cambios de rutina, vienen un montón de cambios hormonales a los que ajustarse. Pero el cuerpo es perfecto y todo pasa y con ayuda tanto de mi familia como de terapia profesional, homeopatía, ejercicios, música, meditación, idas al parque con Emi, poco a poco me vuelvo a sentir como la “yo de siempre”.
Como bien dice la pediatra Nataly Castillo (@natymipediatra); “si para vos la lactancia fue una experiencia feliz, terminarla es un duelo y siempre es recomendable hacerlo de la mano de ayuda psicológica.” De ella aprendí mucho sobre el destete respetuoso y sobre la importancia de escucharme a mí misma y tomarme el tiempo necesario para terminar esta etapa.
Me aseguro todos los días de compartir tiempo de calidad con Emi y cultivar el apego de otras maneras, ya sea llevándola al parque, al kinder, a algún play, o cantando sus canciones favoritas. Siempre me gusta dormirla aunque Rob ya lo puede hacer pero yo disfruto mucho ser parte de su ritual de sueño.
Entonces, sé que la maternidad, por más que nos adviertan, no es jamás igual para todas. Cada una vive su versión perfecta y dolorosa a la vez. Así que a todas las mamás que han pasado por esta o cualquier otro tipo de tristeza durante esta increíble etapa, quiero decirles que las admiro muchísimo y que son unas campeonas por lo que hacen todos los días. Quiero decirles que no están solas en lo que sienten, pues todas hemos sentido al menos algo parecido en mayor o menor escala. Quiero decirles que va a pasar, que no hay por qué pasar por esto solas.
¿Quieren compartir su historia de destete?
Un gran abrazo a todas las mamás <3